Prescriptores

Hoy pago por tu opinión, aunque mañana no me des la razón.
Este podría ser un nuevo refrán de este nuevo siglo XXI, en el que el desarrollo de los medios de comunicación nos está llevando a situaciones insostenibles, por lo contradictorias y lo poco coherentes.
Cualquier tratado de sociología o marketing aborda la figura del prescriptor (palabro, que no palabra de nuestro amado Diccionario) y lo definen, según el caso, como “aquellos que ni compran el artículo, ni lo pagan, ni lo fabrican, ni lo venden pero actúan de forma que en la práctica su recomendación obliga al cliente a comprarlo”.
Una forma de definición, mas cercana al área social, sería: “las personas que debido principalmente a su posicionamiento y reconocimiento social pueden incidir fuertemente en la opinión general de otras personas, orientando su inclinación hacia un determinada actitud e incluso comportamiento”. Este tipo de personajes suelen ser utilizados en el mundo de la comunicación y la publicidad para ayudar a sensibilizar a un determinado estrato social frente a una idea.
De forma llana, son aquellos capaces de hacernos pensar y actuar según sus dictámenes, sin que nos cuestionemos sus argumentos, porque previamente estamos convencidos (ya se han ocupado de ello) de la rectitud de sus propuestas, es decir porque confiamos en ellos.
Hasta ahora han aparecido varios conceptos cuya interrelación convendría analizar: los medios de comunicación, el reconocimiento social, la obligación hacia otras personas, los estratos sociales y la confianza.
En un mundo en el que los medios de comunicación acaban desinformando por exceso de información, donde ciertos estratos sociales son muy susceptibles a esa información, donde los criterios de muchas personas para dar crédito a un prescriptor son meramente subjetivos y donde la desconfianza respecto a cualquier otro “prescriptor” viene impuesta por el que ha conseguido la confianza de aquellas personas, poco o nada cabe hacer.
No es derrotismo, es la realidad que día a día nos rodea.
Una realidad que sólo se puede cambiar con cultura y formación. Cultura para conocer los hechos y formación para ser capaces de tener criterio propio para interpretarlos.
Los prescriptores han existido siempre. La diferencia con la situación actual es que cada uno lo era en su medio, un medio en el que se especializaron y del que tenían gran conocimiento. Y otra gran diferencia era que, fuera de ese medio no se ocupaban de influenciar porque su ética se lo impedía.
Hoy la ética se ha olvidado, hoy la imagen manda. Hoy basta que una imagen nos diga, al dictado de otros que no aparecen, lo que debemos pensar y hacer. Y nosotros (por generalizar) vamos y lo hacemos. ¿Como entender el “éxito” de tanto contertulio cuyo mayor mérito llega a ser haber cruzado dos palabras con un famoso de turno?
Me estoy acercando a Ubeda (y veo sus cerros) porque estas situaciones hacen que me sienta frenético a la par que impotente, incompetente e inepto (vamos un inútil).
Todo lo que aquí se ha expuesto vale para los múltiples ambientes en que nos movemos incluido el laboral.
Prescriptores haylos: jefes, compañeros “cualificados”, representantes de los trabajadores.....
La cuestión es si somos capaces de diferenciar cuales deben serlo para nosotros, y en que área o si nos dejamos llevar por el primero que pasa y del que nos hemos creído sus argumentos.
Argumentos que pueden ser eticamente correctos o como decía el refrán del principio, una opinión comprada que con el tiempo acaba convirtiéndose en una sinrazón.

No hay comentarios: