Abstención

Abstención: renuncia voluntaria a hacer algo. Es la renuncia a la acción, es la negación de la acción, matizada por la voluntariedad.
Así visto, es el ejercicio de un derecho, es un ejercicio de la voluntad. Cuando se aplique a cualquier acto, puede tener sentido esa definición pero el propio diccionario aplica el término especialmente a votar en unas elecciones.
Sigue siendo voluntaria la renuncia a la acción de votar, pero deberíamos analizar la “voluntariedad” del acto de rechazar un derecho. Rechazar algo optativo es ejercer el derecho a la libertad de elegir. Rechazar un derecho tiene otro nombre. Tiene otro significado mas allá de la abstención. Nadie se plantea la renuncia a un derecho fácilmente. Todos tenemos dentro de nuestro ideario la premisa permanente de ejercer nuestros derechos y, día a día, rutinaria o intencionadamente cumplimos con ella. Cumplimos al elegir el yogur de la segunda fila en el supermercado (estará mas fresco), al seleccionar la butaca del cine al que asistiremos, y así de la mañana a la noche, de forma que solo renunciaremos a algo cuando entendamos que no es bueno para nosotros. Porque ante todo está nuestro derecho a la supervivencia, ante el que nunca seremos capaces de formular una renuncia.
La sociedad actual se viene regulando por el ejercicio de un derecho, el derecho a elegir a los representantes que planificarán sus derechos durante un determinado periodo de tiempo. Derechos que serán marcados según la ideología (o carencia de ella) de quienes resulten elegidos para tal fin.
Visto de esta forma, resulta mas importante que elegir el yogur adecuado por su situación en el estante o la fecha de caducidad. Con este planteamiento, la abstención cobraría un significado perverso, la perversión de que su ejercicio, voluntario, nos está inclinando hacia una elección contra nosotros mismos.
Siempre he mantenido, en el terreno laboral, que la no afiliación es una consecuencia de la ausencia de conciencia de la situación como trabajador. Y siempre he ido mas allá planteando que no se trata de que los trabajadores, concienciados de serlo, deban afiliarse a un sindicato concreto. Cualquiera serviría.
No pretendo que por el hecho de ser ciudadanos nos veamos obligados a la afiliación a un partido político. Ni mucho menos. Mientras que la afiliación a un sindicato, como trabajadores, supone dar soporte a una estructura para su defensa frente al empresario, la afiliación política significa disposición a la colaboración y eso no es exigible, es plenamente voluntario.
No obstante, de la afiliación política a la participación en un proceso de votaciones hay un paso bien largo. Votar no es colaboracionismo con un partido, es colaboración con el sistema democrático que todos hemos aceptado como el menos malo. Y esa colaboración sí puede considerarse “obligada”, como parte de nuestra responsabilidad social y en mayor medida como ejercicio de un derecho irrenunciable.
Si alguien quisiera entender que su negación a la participación es una forma de protesta contra quienes están representándonos, los partidos con representación en el Parlamento, debería plantearse si esa forma de hacerlo es la adecuada. Si la abstención representase “votos en contra” de los representantes, difícilmente se podría sostener la renuncia a un derecho como vía para ello. Mas adecuado sería el voto en blanco, que acabaría significando que ejerzo mi derecho pero ningún candidato se merece mi voto.