Del trato y del mal trato (en esta casa de locos)

Nuestro Diccionario relaciona la palabra convenio con trato y con contrato (buen juego de palabras).
Un convenio ha venido entendiéndose últimamente “en esta casa de locos” como una ocasión para controlar mas allá de lo que la buena fe puede permitir.
Aunque lejano, no puedo olvidar los intentos de “personajes” que, pretendiendo el control a toda costa, y lejos de poder ejercerlo directamente, se colocaron tras las bambalinas intentando su influencia sobre los que se encontraban en la escena. Personajes que en estos momentos ocupan el proscenio aunque sigan escondidos tras la sombra. Personajes que han cambiado su discurso para adecuarlo a sus intereses. Personajes que lo son de una obra en desarrollo sin que por ello puedan ser personajes (personas de calidad según nuestro reiterado Diccionario).
A pesar del paso del tiempo y el cambio de papeles en ese escenario, su objetivo y su comportamiento sigue siendo el mismo: el control desde las bambalinas. Un control que trasladan a personajillos que, gracias a la intervención de aquellos personajes, cumplen su papel como si fuesen los que realmente se encuentran en la escena.
No haya cuartel, que todos los que se dicen “representantes” de una mayoría se quiten la mascara.
No haya cuartel, que los que se esconden moviendo los hilos de esos títeres den la cara.
Que el odiado color amarillo en los escenarios está inundando por completo las salas, cegando a los que sienten e intentan realmente “representar”.
Porque interpretar trato como convenio no es lo adecuado a pesar de estar relacionado. Si el contrato no se extiende a la escena, no hay obra, no hay actores, sólo marionetas con la única capacidad de repentizar lo que se les dice.
Por eso conviene usar bien el lenguaje y, mas allá del mero palabrerío, interpretar adecuadamente la obra.
El escenario afecta a todos: actores, público e incluso a los que siguen escondidos tras los telones.
Actuemos pues todos para que la obra llegue a ser aplaudida, para que mas allá del burdo control de los “personajes” nos encontremos con auténticos personajes en cada rincón del teatro.

Del trato y del maltrato

Nuestro Diccionario de la Lengua define trato como “acción y efecto de tratar”. Y a esta última palabra le asigna el sentido de comunicar o relacionarse con un individuo. Individuos somos todos, no quiera nadie separarnos de nuestra propia peculiaridad. No obstante, cuando nos encontramos inmersos en un conjunto, los efectos de nuestras acciones pueden convertirse fácilmente en maltrato (acción y efecto de maltratar).
La separación entre un concepto y otro es una pequeña linea que deslinda nuestro derecho de los derechos de los demás (alguien dijo algo parecido sobre la libertad y el libertinaje).
Podemos preguntarnos cómo es posible cruzar esa delgada linea. Podemos incluso indagar para descubrir esos límites. Pero nunca lo haremos cuando estamos convencidos de que nuestro punto de vista, nuestro derecho, nuestro comportamiento es, según nuestra opinión, el adecuado. El motivo es claro: si no vemos la necesidad, porqué cuestionarnos a nosotros mismos (sería caer en el absurdo).
En situaciones cotidianas en las que intervienen varios individuos, la objetividad puede (no siempre lo hace) aparecer y, acabar considerando inadecuado un determinado trato hacia otra persona.
En la mayoría de las situaciones esa objetividad no se hace presente por la ausencia de otros individuos.
Mi interés es que quienes lean este texto, se replanteen sus actuaciones del día a día. Que tomen como premisa que no hay una sola forma de expresarse ni de conseguir su objetivo. Y sobre todo, que cuando esas maneras llegan a maltratar a otras personas, sean lo suficientemente objetivos para reconocerlo y modificarlas.
Tratar es comunicar. La necesidad de comunicación es una constante en todos nosotros, individuos que queremos llegar a ser personas.
Desgraciadamente, la comunicación, que en otros tiempos era uno de los valores diferenciales de la persona, está cayendo en desuso. No nos comunicamos, simplemente trasladamos a quienes tenemos alrededor las ideas o requerimientos que nos surgen. No nos importa su reacción. No nos importa nuestra acción. Sólo nos importa nuestro objetivo.
Podríamos buscar responsables de estos comportamientos: la sociedad consumista, la competitividad, el progreso, el estrés cotidiano, la celeridad con que suceden las cosas.....
Busquemos mas argumentos ajenos a nosotros mismos y si realmente somos capaces de ser “objetivos”, la única (en este caso no hay alternativa posible) respuesta veremos que es: nosotros mismos.
Nosotros somos los responsables de que nuestra individualidad no se personifique, de que la consecuencia sea el maltrato hacia los demás, aunque sigamos convencidos de que somos capaces de tratar con ellos y estemos muy lejos de lo que nuestro Diccionario entiende por trato de gentes: “experiencia y habilidad en la vida social”.
P.D. Lo expuesto va mas allá de las relaciones laborales, pero por desgracia en ese ámbito es donde acaban produciéndose mas situaciones de maltrato (no busquemos las causas, no busquemos los responsables). Hagamos todos un acto de contrición y busquemos las (sigue habiendo múltiples) soluciones.

A vueltas con el desempleo

La situación económica actual está llevando al cierre a multitud de empresas que en sus buenos momentos, lejos de invertir en futuro, dilapidaron lo habido y por haber. El motivo era fácil de entender: el mercado financiero permitía la acumulación de deudas a largo plazo que no suponían “riesgo” para el funcionamiento de la empresa.
La situación ha cambiado, las entidades financieras van cerrando el “grifo” y requiriendo los pagos. La morosidad derivada del descenso de ingresos de estos empresarios se ha incrementado considerablemente y el resultado: echar la persiana para no seguir perdiendo dinero.
Los análisis profundos de la presente situación económica no son fáciles. No obstante hay un elemento claro en los procesos financieros y productivos que en buena medida ha provocado el desenlace: los intermediarios, financieros o de otro tipo. Que gracias a una economía de “mercado” han conseguido elevar sus beneficios a unos niveles “mas que razonables” como diría algún economista.
Nadie debe olvidar que estamos en un país donde los “ladrones” ya no están solo en Sierra Morena.
Esos intermediarios han acabado con los bolsillos llenos y no se esconden. Van a todas partes dando muestra de su superioridad económica en sus coches caros y con su aspecto de “grandes hombres de negocios”.
El principio general de la economía es añadir valor a los bienes a través del esfuerzo del trabajador para generar riqueza derivada de ese trabajo. Cuando no hay proporción entre el “valor añadido” y los costes de ese proceso, la consecuencia es un desequilibrio con un nombre claro: especulación.
Hay países donde hay intervencionismo en la limitación del margen de beneficio. Posiblemente vaya contra la libertad de empresa pero seguro que también acaba con buena parte de la especulación.
A estas alturas del siglo XXI, con lo que hemos debido de aprender desde la revolución industrial, yo me pregunto:¿como es posible que tras cada desastre provocado por los eruditos maquiavélicos, económicos y políticos, el que acabe sufriendo las consecuencias sea siempre el mismo?: el trabajador.
Si el progreso dio al traste con las clases sociales (yo no me lo creo) se han creado dos nuevas clases dentro de la sociedad: los que en provecho propio engañan y especulan a costa de los otros, que sólo disponen de sus manos y cuerpo para trabajar cuando les dejan y que constituyen esa segunda clase.
Para terminar, sin conclusiones (en estos temas nunca son buenas, ni procedentes) una pregunta: ¿al menos quedará dinero suficiente para que los que sufren las consecuencias y acaban en la calle puedan llegar dignamente a fin de mes, aunque un poco mas delgados y desequilibrados, hasta que esta locura social de la que son victimas se acabe? Espero que la respuesta sea si.

Notificado por el INSS

Aquí, de nuevo frente a la pantalla intentando escribir algo para seguir acercándonos........
Lo que últimamente me lleva de cráneo, literalmente, es el funcionamiento del INSS y sus peculiaridades en cuanto a resoluciones, notificaciones y más ...ones que dicta con su aplastante, que no infalible actitud.
Como nota previa: el asunto de las notificaciones. La administración, en general, utiliza esta vía para ponerse en contacto con los administrados. En un tiempo no muy lejano la “Administración” de Correos (por aquel entonces era organismo oficial) decidió, mediante comunicación interna, que los envíos procedentes de las diversas administraciones que llevasen la palabreja NOTIFICACION se tramitarían por los carteros sin dejar constancia del paso por el domicilio de dicho documento en caso de ausencia del interesado. Sí que quedaba constancia en el sobre, de que había pasado el cartero “intentando la notificación”. Tras dos intentos (logicamente a la misma hora y en los mismos días laborables, el sobrecillo era devuelto al remitente.
El objetivo era claro: no se ha podido notificar al interesado y no se agotaban los plazos para la imposición de la sanción o cualquier otro objetivo (aunque fuese beneficioso para el destinatario),
Con este procedimiento la Administración, tras la publicación de la resolución en el boletín oficial correspondiente (que todos leemos a diario, por si acaso), entendía notificado el asunto y resuelto el expediente.
Algún magistrado mas “exigente” entendió que intentar la notificación a las mismas horas y en los mismos días no era un intento real por lo que acabó, tras la reclamación judicial pertinente, dar por incumplido el “intento de notificación” y anulándose el proceso por falta de audiencia al interesado.
La situación ha cambiado y en estos momentos hay múltiples formas de notificación rápida, segura, y fiable: Correos ya deja aviso en caso de ausencia con un plazo breve, pero suficiente, de siete días para recoger el documento; existen los burofaxes y otros procedimientos de urgencia fiables.
Para los efectos de estas notificaciones la fecha de recepción es la que marca los plazos para posteriores actuaciones.
Y aquí es donde entra la peculiaridad de las benditas resoluciones del INSS: el Tribunal Supremo determinó en varias sentencias que la fecha de la resolución es la de efecto de la misma. Ojo, la de resolución, que no la de notificación. De esta forma, dado que la notificación se produce siempre con posterioridad (en algunos casos mucha posterioridad), se producen situaciones más que paradójicas e incongruentes.
En uno de esos casos comunican a un trabajador, dos semanas mas tarde de la fecha de resolución, que debía haberse incorporado al trabajo con esas dos semanas de antelación al comunicado en cuestión. Yo me pregunto si las “ciencias adivinatorias” le hubiesen ayudado a cumplir con su obligación. Creo que no. Y a partir de ahí se puede encontrar con que, por haberse ausentado sin justificación durante más de tres días, acabe encontrándose en plena calle, con la resolución del INSS y el finiquito en la mano, despedido.
Yo quiero entender que retrotraer la fecha de efecto a la de resolución es lógico cuando le resolución haya sido “favorable” al trabajador: la percepción de indemnizaciones, una declaración de incapacidad que produzca efectos económicos....
Pero de ahí a extender ese criterio a todas las situaciones es abandonar el sentido común e incluso apurando, olvidar algún principio fundamental de las propias leyes: “in dubio, pro operario” (si hay dudas siempre en favor del trabajador).
Se que es difícil que esta reflexión, como muchas otras, llegue a quienes realmente deben reflexionar sobre el asunto pero me conformaría con que le sirvan a algún compañero que se encuentre ante estos absurdos.

La conversión en esta casa de locos

Convertir es transformar una cosa en otra distinta. La gran conversión era la buscada por los alquimistas, intentando con el fuego liberar a los elementos de las imperfecciones y por ende transformarlos en mas valiosos.
Cuando nos enfrentamos a cosas "que se mueven" la alquimia también es posible usando "fuegos" purificadores que eliminen de raíz las "imperfecciones".
Aplicar este procedimiento a determinadas situaciones precisa de una habilidad que pocos alquimistas han conseguido. Y para sorpresa de todos los tenemos bien cerca.
¿Como transformar una victima en un verdugo?
Si aplicamos las leyes de la alquimia precisaremos de una "situación" previa, ligada casi al propio Hérmes, no por su sincretismo sino por su carácter de cuasi dios.
Y, sorprendentemente, lo tenemos con nombre y apellidos (que no conviene mencionar para con esta adulación aumentar su ego, de por si ya bastante grande).
Otro detalle trascendente en el proceso de transformación es el uso del fuego, esa fuerza arrasadora de impurezas que, en el recipiente adecuado, conseguirá el objetivo del alquimista.
¡Que no sorprenda a nadie!: el recipiente está dispuesto y tiene forma de mesa. No de acogedora mesa camilla con faldas y brasero. Tampoco de mesa de juegos, aunque para alguno lo parezca. Mas bien tiene el parecido de una mesa de reuniones como aquellas a las que se sientan los que buscan soluciones con la discusión razonadora, que no con la disputa combativa.
A poco que se haya entendido el proceso solo nos queda el objeto al que se pretende transformar: el currito. No malinterpretemos el adecuado concepto utilizado, que para el resto de sus compañeros no sería de aplicación. En este proceso es el alquimista el que pone las normas y los nombres.
Para entender la conversión es preciso una introducción que, aunque para muchos conocida, es necesaria para que todos acaben conociéndola.
Las ciencias son procesos acumulativos del conocimiento que convergen y provocan soluciones o problemas. Pero sobre todo son acumulativos, nadie resuelve un problema con integrales si no ha acumulado el conocimiento del proceso de sumar.
Esos procesos acumulativos, a nivel científico, se producen adecuadamente y basados en la necesidad del avance preciso y objetivo.
La utopía nos dice a los curritos que la planificación del alquimista existe y es cuasi científica.
La realidad nos muestra que el ir hacia adelante, en este caso, ha obedecido mas a la conveniencia material, a la perpetuación, a la intervención torticera, etc. etc. de ese alquimista.
Todo ello con la característica acumulativa de las ciencias que ha convertido la situación en insostenible.
Pero para el alquimista, no existe el pasado porque lo importante es la solución (no científica) del problema.
Para ello sigue el procedimiento de la conversión.
- Cójase una victima, sufridora de las consecuencias de las acciones del alquimista.
- Sitúese en el recipiente adecuado con forma de mesa.
- Aplíquese el necesario "fuego".
- Espérese el tiempo necesario.
- El resultado: un verdugo.
Un verdugo que es el responsable de que no se solucione el problema. Un verdugo que impide el progreso "científico" impuesto por el alquimista. Un verdugo cruel y sanguinario que no entiende de templanza, prudencia ni de cualquier otra de las virtudes de la teología cristiana. Un verdugo que llevamos dentro todos y cada uno de los curritos.