La marca España marca la diferencia


Como sucediera en los años de la posguerra española, en los que fue consecuencia del aislamiento que los estados democráticos infringieron a España (y por ende a los españoles de montura y de a pie), se ha vuelto a poner de moda la marca España.

No como marca de valor que sirva para revitalizar una inexistente producción y mercado de productos españoles en el extranjero, sino como marca para la propia inmersión en la compra de la producción propia, desestimando la producción de mas allá de nuestras fronteras.

De nuevo aislados. Otrora de afuera hacia dentro, ora de dentro hacia afuera. El objetivo se cumple: ser diferentes.

Lo que estos visionarios de hoy no han debido de tener en cuenta (o no quieren que otros lo tengan) es que mientras que en épocas pasadas la producción era casi netamente española, hoy la producción es casi netamente extranjera de forma que ¿quien gana?.

No gana el trabajador necesitado de puestos de trabajo que no se crean por el hecho de comprar productos con la marca España, porque (y lo indican en los productos) la realidad es que son “importados”.

Solo gana el intermediario “español (a veces)” que con su “esfuerzo” consigue amasar mas dinero para poder trasladarlo a los paraísos (fiscales, claro) a costa de seguir descapitalizando el país.

Mientras tanto quienes pretenden “solucionar los problemas de esta España descapitalizada” lo quieren hacer a costa de sus trabajadores. En un momento en el que el tan manido PIB está formado por sólo un 48,2 % por las rentas del trabajo (último dato de 2010, hoy seguramente superado). Situación que se ha conseguido paulatinamente desde el 61,1 % de 1980 (Fuente: INE). Y situación que se repite en todos los países de economías desarrolladas. Pero con una notoria diferencia, en el resto de países, es decir fuera de España, las rentas del trabajo son superiores al caso español.

Estudiosos de los problemas han llegado a la conclusión de que “la tendencia de caída de las rentas del trabajo en el valor añadido está vinculada a los factores tecnológicos”. Manifestación que es válida para otros países pero nunca para el nuestro en el que esos factores no logran acomodarse. Falta de acomodación causada por la estructura industrial eternamente dependiente del exterior y por la ausencia real de inversiones en infraestructura productiva.


Marcar la diferencia de ese modo no es sino retornar al pasado, no mirar al futuro con la esperanza de progreso que este país necesita. Un futuro que no es sólo nuestro, sino de todo el planeta y que sólo se conseguirá si el capital se pone al servicio de las personas.