Reiteraciones

Nuestro refranero apunta: “a perro flaco todo son pulgas”. Y vaya con las pulgas y con el perro flaco. Que en los últimos años los salarios medios en este, nuestro país, hayan descendido es ya síntoma de flaqueza.
Llueve pues sobre mojado, porque la caída real de las medias salariales supone, no que los salarios existentes hayan perdido valor, sino que los salarios de los nuevos puestos creados son mas bajos, como consecuencia de la búsqueda de la rebaja de costes que los empresarios ansían desesperadamente para no dejar de tener el máximo beneficio.
Este simple análisis explica a la perfección el comportamiento de las medias salariales descendentes. Como apoyo a esa simpleza, la certeza de que en ningún convenio colectivo se han pactado salarios inferiores a años anteriores. Podrán haber tenido menos aumentos, pero en ningún caso descensos.
Y así ha venido sucediendo año tras año y sector productivo a sector productivo. Salvo... en el sector del perro flaco. Un perrito que por obligada docilidad vio ya en otros tiempos como su salario se quedaba congelado y lleno de pulgas, mientras la economía seguía subiendo, para justificar la ineficiencia de sus cuidadores de entonces: lo políticos de turno. Y no voy, aunque pueda decirlo, de qué turno.
Si en aquellos tiempos no había para dosis de insecticida, ahora cuando la “crisis” se apodera de la manada, menos aún.
Las pulgas son un mal para quienes atraen la mala suerte de forma que cuando pasan por una mala situación ésta tiende a agravarse. Lo peor, que lo malo ya se ha dicho, es que las pulgas acaben siempre en los mismos sitios, en los mismos perros, en los mismos flacos, en el mismo charco, en el trabajador que depende de su salario para llegar a fin de mes.
Los azotes de plagas se han venido produciendo con reiteración en los últimos días. Desde el anuncio de un “necesario” aumento de la edad ordinaria de jubilación, hasta la última declaración de la “necesaria” reducción de salarios de los empleados públicos.
Tal vez cuando criticaba la falta de colaboración de la clase empresarial en el desarrollo convivencial cometí el error de olvidarme del otro estamento privilegiado que, sin titulo empresarial, pretende ejercer como tal en un “mercado” que no lo es, la clase política.
Esa clase que está demostrando no tener eso: clase. Que está olvidando que las clases siguen existiendo aunque se pretendan disimular con términos como la segmentación, la estratificación social...
Sin ir mas lejos, esta mañana, el comentario que me ha surgido en relación a los “necesarios” descensos salariales ha sido que marcaré los billetes que tenga que devolver, como en las películas, para después poder ratificar como esos billetes que no estarán en mi bolsillo acaban en un concesionario de una buena marca de manos de cualquier empresario. Otra vez equivocado, posiblemente la mano no sea la de un empresario sino la de un político.
No ha sido necesario poner una vez mas sobre el tapete la reiterada falta de eficiencia de los sistemas funcionariales, basta con tener capacidad para ejecutar una acción como la propuesta. Haberla hayla y ya se demostró con la congelación salarial de años pasados que llevó a los funcionarios públicos a una perdida importante de su poder adquisitivo.
Parece ser que el 0,3 % de incremento previsto para los funcionarios valencianos en este año no es suficientemente bajo. Parece que habrán de devolver parte de lo que hayan cobrado. Sin anestesia y sin insecticida... picaduras de pulgas a lo vivo para estos perros flacos que nunca tienen bastantes... pulgas.

Los estados desunidos de Europa

Cuando en la América profunda surge un problema, cuando alguno de sus estados confederados cae en desgracia y pierde dinero a espuertas, No Problem, porque para eso está el estado federal, para mantener a flote a todos sus estados y posibilitar, dentro de los margenes de cada uno de ellos, las correcciones necesarias para volver al equilibrio.
España siempre ha sido diferente y por ese afán de contagio parece que, una vez mas (ya lo hizo con el sistema farmacéutico) parece que esté contagiando a Europa para que toda ella sea diferente.
Las diferencias son claras, frente a la necesidad de unidad ante los problemas globales, descoordinación, frente a la necesidad de apoyo simplemente moral, difamación. Y no lo planteo porque considere que haya mala intención (que en algunos casos es notoria) sino porque no hay capacidad de armonía, porque los logros de un país pareciera que han de tener por base las cenizas de otros, como ya pasara siglos atrás.
La historia se quiere reescribir con tono de camaradería y de amable compañía en el camino que supone el progreso. Pero mas bien parece que ese lastre cultural de rencillas reales (por la realeza, que no solo por la realidad) acaba haciendo sucumbir a los herederos de aquellos y sometiéndoles a nuevas luchas fratricidas.
Luchas que no son con lanzas ni espadas sino con palabras y papeles, luchas que no derraman sangres pero si generan miseria. Luchas cuyo único objetivo es el mantenimiento, como siglos atrás, de las situaciones de privilegio. No se trata de beneficiarse de los recursos ajenos. La situación actual, la economía del momento es tan absolutamente frágil que basta una palabra de despecho para hundir un país en la miseria.
La confianza se acaba, pero no porque haya razones objetivas para ello. Basta que una voz salga de entre las palabras escritas o pronunciadas por un locutor cuya única capacidad es repentizar, para que se inicie una secuencia de desconfianza infundada que acabe produciendo los efectos de la mas certera situación desastrosa.
Si en pleno siglo XXI quienes dicen ser cultos y estudiosos, no saben diferenciar una información sobre un hecho de una opinión. Si ni siquiera son capaces de entender que las opiniones hay momentos en los que es mejor guardárselas para uno para no dañar a quien tienes cerca. Si perdemos la lealtad y la ética...tal vez sea el momento de volver al siglo XVI porque en lo referente a capacidades de relación con nuestros semejantes es fácil que en ese siglo pasado ya nos superasen.
La naturaleza humana parece estar destinada a la lucha continua, no por la supervivencia, sino por el mero hecho de ver, con satisfacción, lo mal que lo pasa nuestro adversario derrotado.

Los problemas del Estado

Cualquier tratado de economía establece una serie de atribuciones al Estado. Al que no sea docto en la materia poco le van a interesar. Pero es conveniente que se sepa que efectivamente (o al menos con carácter normativo) esas atribuciones existen, que esas competencias se desarrollan.
Una cosa es su desarrollo, dentro de las capacidades normativas del Estado, y otra que ese desarrollo llegue a producir los efectos deseados.
Los Estados, sus administraciones, cada día son mas grandes, con mas cantidad de funcionarios, mas competencias, mas asuntos sobre los que legislar y por supuesto, con mayores ingresos vía impuestos.
Pero su “poder” no va más allá. Su capacidad de control de los otros agentes de poder queda fuera de sus competencias, fuera de sus niveles de intervención.
De esos agentes, los económicos, son los que tienen el predominio del control real de la población, son los que establecen las condiciones reales de desarrollo de su relación con los grupos sobre los que actúan. No vamos a hablar de cuales son los diversos objetivos de estos grupos. No vamos a entrar en su capacidad para, a través de la globalización, internacionalización y otros procesos recientes del sistema productivo, conseguir su objetivo prioritario: el beneficio económico. Pero si conviene decir que ese proceso de obtención de beneficio se lleva a cabo en una situación global en la que los recursos, los medios de enriquecimiento, son limitados.
Sumar esos parámetros nos lleva a una conclusión clara, que quienes acabarán siendo azotados por ese poder económico serán los más débiles. El Estado queda en segundo plano, su actuación se ve mediatizada y utilizada por esos grupos de poder, dejando en la indefensión a esos débiles.
Tras mostrar esa foto de la situación, la conclusión definitiva no puede ser mas clara. Los pilares de la vida social de este siglo, los pilares democráticos, de participación, de consecución de mejoras sociales, de desarrollo personal, de prosperidad, están quedando muy lejos de los que se planteaban como posibles pilares de convivencia en la segunda mitad del pasado siglo.
La situación es esa, indudablemente, y la pregunta subsiguiente es si caben alternativas a esa situación, si el paso del tiempo será capaz de mostrarnos nuevos caminos.
La historia poco podrá ayudarnos a descubrir esas alternativas, pero sí nos ayuda a entender la situación actual. El problema global está servido, solo falta que algún “solucionólogo” sea capaz no solo de afrontarlo, sino de hacerlo con el suficiente poder como para que deje de ser eso: un problema.

Olvidos

La práctica habitual de quien no se encuentra en una situación, aunque antes haya pasado por ella, es olvidar.
Olvidar que también tuvieron 20 años, quienes tienen ahora mas de 40. Olvidar que pueden llegar a tener 65 años, cuando ahora tienen 40. En fin... olvidar, como objetivo y recurso ante “situaciones presentes”. La razón puede deberse a que el imperante social del momento es ese, el momento, y no cabe el análisis del pasado, no caben las prospecciones futuras. Solo importa el momento.
Si los olvidos son de ese calado, es preocupante la falta de memoria.
Pero mas preocupante es olvidar que un estado es un conjunto de ciudadanos que tienen por objetivo la convivencia. Convivencia que viene mediatizada por una serie de reglas que, poco a poco, se han ido elaborando para conformar esa construcción: el Estado. Reglas que han sido consecuencia de la intervención directa de los ciudadanos sujetos a esas reglas. Reglas que pretenden garantizar la convivencia. Reglas que han venido pretendiendo igualmente que el desarrollo de esa convivencia lo sea de la mejor manera posible para el conjunto de ciudadanos.
Y llegados a este punto lo adecuado es olvidar los apuntes del principio del texto, porque el momento lo impone.
Un momento en el que los planteamientos de solución de los problemas globales del Estado pasan, una vez mas (aunque esto también se ha de olvidar) por el sacrificio de los trabajadores.
Que alguien me explique cómo es posible que en un análisis simple de la convivencia de un estado, es posible olvidar que hay otros elementos que intervienen en su configuración.
¿Donde están los empresarios en este juego convivencial? y, ¿cual está siendo su actuación?, ¿cómo es su comportamiento en ese engranaje que supone la convivencia?.
Superando el olvido (me lo puedo permitir), las relaciones entre empresarios y trabajadores siempre han estado envueltas en un halo de conflicto que periódicamente ha visto modificada su intensidad, desde niveles soportables hasta otros casi excesivos.
En cada momento histórico han operado una serie de procesos que han permitido su superación o al menos su disminución hacia niveles tolerables. Pero cada situación ha conllevado, en los últimos años, la perdida de derechos, de calidad de vida para los trabajadores. Este es un hecho indiscutible.
Cambiando de tercio (aunque ahora no esté bien visto ese proceder taurino) y realizando otro análisis simple de esa estructura de convivencia, nadie pone en duda que la inmensa mayoría del conjunto de ciudadanos corresponde (o quiere corresponder, sin conseguirlo) al grupo de los trabajadores. Los empresarios son una minoría en ese conjunto. Una minoría que controla, con el poder que le otorgan las reglas y otros poderes no contemplados por estas, la sumisión de los trabajadores a sus objetivos.
En la actualidad, se cuestiona la capacidad (con el uso y abuso del término productividad) de los trabajadores. Pero nadie ha cuestionado la capacidad del otro conjunto de ciudadanos, los empresarios.
Quiero, pues, dejar constancia de un hecho incuestionable: los problemas de la convivencia los son de las partes, no necesariamente de una sola de ellas.
Y la capacidad de la otra parte, la de los empresarios, es cuestionable. Muy cuestionable a la vista de las declaraciones recientes y sobre todo a la vista de los resultados de sus, y repito sus, actuaciones.
Por ello, como conclusión, es necesario que “todos” reflexionemos y consideremos adecuadamente cada elemento para analizar sus implicaciones, en esta convivencia obligada. A partir de ahí, con la humildad que nunca ha existido, me gustaría que los empresarios hagan un autoexamen de capacidad y que, como resultado, busquen y encuentren en sí mismos la forma de sortear una situación social que no tiene otra causa que sus propias actuaciones pasadas.

Jubilaciones ?

Viendo una película sobre un equipo de fútbol de los años setenta, reflexiono sobre como han evolucionado las personas con el transcurso del tiempo.
Los jóvenes de aquella época nos parecen viejos ahora. Supongo que no porque entonces no fuesen jóvenes. La evolución darwiniana no opera cambios en tan breve plazo. Los cambios son meramente de apariencia, pero haberlos haylos.
Y fijándome en los “viejos” de esa época parecen mas viejos que los de hoy. Tal vez aquí haya que añadir que de entonces a ahora la esperanza de vida ha crecido. Pero esa apreciación opera en sentido contrario a lo planteado con los jóvenes. Porque nos dice que los viejos de ahora son mas viejos que los de hace cuarenta años.
Tanto embrollo para concluir que un señor o una señora de 65 años hoy parece mas joven que hace 40 años pero sigue teniendo 65 años. Su organismo sigue teniendo la misma edad, los mismos problemas (aunque paliados, que no eliminados, por la evolución no darwiniana en este caso sino de la medicina y de la tecnología).
Si hace 40 años (lamento tanta repetición de cifras) esa persona con 65 años se merecía acceder a la jubilación era por una causa objetiva que hoy persiste: sus condiciones físicas, su edad.
Las circunstancias sociales cambian, y de hecho en nuestro país han cambiado mucho.
Nuestros gobernantes, intentan adaptarse a esos cambios sociales porque la adaptación es necesaria para progresar.
Pero los cambios han de estar soportados por análisis de las situaciones, análisis completos que no se limiten a aplicar medidas concretas sin evaluar el conjunto de la situación.
La edad de incorporación al trabajo ha subido de los 14 años de aquella época a los 16 de ahora y probablemente los 18 de un futuro no lejano.
Los motivos de esa evolución son de carácter formativo. Los puestos de trabajo precisan hoy mas cualificación que antes. Pero la realidad es que hoy la incorporación real al trabajo no se produce, a pesar de estar formados, ni a los 16 ni a los 18 sino mucho mas tarde. La causa no es otra que los niveles coyunturales de desempleo.
Muchos se han preguntado si el trabajo se ha convertido en un “mal” escaso. Y la respuesta puede ser que desgraciadamente si. Y si es así, escaso, es porque nuestros gobernantes, nuestros empresarios y quienes en definitiva tienen una responsabilidad dentro de las estructuras sociales, no han tomado las medidas adecuadas para que sea menos escaso. Pero la realidad no es otra.
Quienes han pensado que la solución al problema de los costes de las jubilaciones pasa por evitarlas elevando la edad de jubilación no han tenido en cuenta la escasez del trabajo. No han tenido en cuenta las consecuencias sociales en los sectores mas jóvenes de la población. No han tenido en cuenta que el resultado de esas consecuencias se va a trasladar a los mayores. En fin, han dejado demasiadas variables fuera del análisis cuyas consecuencias serán imprevisibles.
De momento se pueden apuntar algunas evidentes: aumento del desempleo (juvenil, el mas castigado), aumento de las cargas de las familias que tienen jóvenes en esas edades, perdida de competitividad por la no incorporación a las plantillas de personal (jóvenes) mas cualificado, y así un sin fin de posibles repercusiones y ninguna de ellas positiva.
En resumen, no han tenido en cuenta el calado de la medida en el conjunto de la estructura social.
Esta reflexión no llegará seguramente a ninguno de los que se encuentren en posición de tenerla en cuenta a la hora de adoptar medidas sociales, pero aquí queda.