Al buen Pedro



Las afiladas palabras de Jose Martí surgían con la frescura que mi mal hacer no me permite. Pero siempre podremos remitirnos a alguno de sus poemas como el del “Al buen Pedro” que con humildad repito:

“Dicen, buen Pedro, que de mí murmuras
porque tras mis orejas el cabello
en crespas ondas su caudal levanta.
¡Diles, bribón, que mientras tú en festines,
en rubios caldos y en fragantes pomas,
entre mancebas del astuto Norte,
de tus esclavos el sudor sangriento
torcido en oro descuidado bebes,
pensativo, febril, pálido, grave,
mi pan rebano en solitaria mesa
pidiendo ¡oh triste! al aire sordo modo
de libertar de su infortunio al siervo
Y de tu infamia a ti!
Y en estos lances,
suéleme, Pedro, en la apretada bolsa
faltar la monedilla que reclama,
con sus húmedas manos el barbero.”

Y lo hago porque viene al caso. Porque en los tiempos que corren siguen existiendo los Pedros, con otros nombres. Pedros atusados (Compuestos con demasiada afectación y prolijidad) que nos acusan de no atusarnos adecuadamente mientras nos atusan no ya el pelo sino la apretada bolsa que reclama el barbero.

Con el descuido habitual los Pedros, alguno otrora con mancebas, acaban siempre convirtiendo en su riqueza el trabajo de los otros. Otros que a cambio reciben el premio de ver recortada su bolsa.

Buen final para un año en el que la casa de locos ha venido siendo continuo motivo de primeras o segundas páginas en las que cada día se vertían despropósitos que no han hecho sino acrecentar la incertidumbre de muchos y el desasosiego de otros tantos.

Yo reclamo desde este, mi rincón, la cordura, la mesura, la madura razón que nos lleve a un entendimiento claro donde al menos se lleguen a reconocer los errores propios, que los ajenos todos los conocemos, para rectificar, porque siempre es tiempo de ser sabios.

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