No se si a lo largo de la trayectoria
de este blog, se ha llegado a entender que la razón casi siempre es
del trabajador.
Nada mas lejos de mi objetivo. La razón
se le ha de dar a quien realmente la tiene. Y para llegar a aplicar
ese “realmente”, no hemos de acudir a la realeza que nos lo diga,
hemos de echar mano del sentido común, de lo que nos dicta como
mejor sabe nuestro corazoncillo pero siempre sin que nuestro interés
merme nuestra objetividad.
Complicado tal vez en los tiempos que
corren en los que el personalismo, el individualismo a ultranza nos
llevan por derroteros que nada tienen que ver con lo realmente
objetivo.
Tal vez por eso quiero erigirme en
Quijote de causas perdidas, e intentando aplicar ese sentido común
que alguien puede pensar que se quedó en el camino, encontrar, con
la mas grande de las humildades, donde se puede estar mas cerca de la
verdad, no de esa verdad absoluta, difícil de encontrar, sino de la
verdad del día a día que nos acompaña en nuestro peregrinar.
Hoy, sin ir mas lejos, he podido
recordar los extremos de la miseria humana entremezclados y por ello
no sólo del lado del empresario, sino también del trabajador.
Una reunión especial en la que una
parte ha intentado hacer ley de lo que no es. Con prepotencia y
desprecio, con sangre y sal, para que el dolor sea lo mas fuerte
posible y para que el contrario se sienta derrotado antes de
iniciarse la lucha.
Loable empeño si estuviésemos en la
arena y nuestra vida fuese a durar como antaño unos minutos, apenas
horas.
Pero la vida es larga y el dolor
infringido se va acumulando gradualmente, no es por tanto sólo
cuestión de unas horas, los años pasarán y el dolor persistirá,
acrecentado.
Aunque la otra parte ha conseguido que
su padecer se extienda a todos y por ello llegar a considerar que
cuando se reparte el mal duele menos.
No, no, y no. No han de repartirse las
responsabilidades, hay que ser capaz de asumir las consecuencias de
nuestros actos. Y ha de hacerse con la frente alta y con la verdad
por delante. Aunque esa verdad no nos guste. Pero debemos sinceridad
a quienes han confiado en nosotros.
Por eso la miseria alcanza a ambas
partes, una obsesionada con la aplicación de una norma que no lo es,
para con ello conseguir un objetivo que queda lejos de su alcance.
La otra con la ignorancia y la torpeza
de pensar que sólo con las reivindicaciones, en un momento en el que
el personalismo es absoluto, se puede llegar a algún sitio. Y lo
peor de ello dejando al margen la verdadera reivindicación de un
derecho que sí le correspondía pero que no ha querido ejercer. Por
no marear y a quienes han sufrido anteriores escritos me estoy
refiriendo, claramente, a la sentencia de marras. La empresa hace ley
no ya de la sentencia sino que va mas allá intenta que sea ley todo
el texto de la misma. Cuando legalmente las sentencias de la
Audiencia Nacional “nunca” y repito “nunca” sientan
jurisprudencia y por ello no son aplicables directamente y menos aún
los posibles fundamentos de derecho utilizados en ellas para
justificar el fallo.
La otra parte usando un argumento
planario, ha preferido no “casar” (demostrar los fallos del
conjunto de la sentencia, que en escritos anteriores se han
comentado) por una cuestión no ya de razón o de capacidad sino…
de dinero.
Y desde aquí les reto a que efectúen
sus cálculos de cual va a ser al coste (para los trabajadores, como
siempre) de una medida absurda cuando la sentencia de marras era tan
fácil de desmontar como un castillo de naipes.
Cuando nos soliciten ayuda tal vez los
naipes hayan devenido en roca y no queden fuerzas para destrozar el
castillo...
Sensatez y responsablidad, reclamo a
unos y a otros. Todos la necesitamos.
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