La conversión en esta casa de locos

Convertir es transformar una cosa en otra distinta. La gran conversión era la buscada por los alquimistas, intentando con el fuego liberar a los elementos de las imperfecciones y por ende transformarlos en mas valiosos.
Cuando nos enfrentamos a cosas "que se mueven" la alquimia también es posible usando "fuegos" purificadores que eliminen de raíz las "imperfecciones".
Aplicar este procedimiento a determinadas situaciones precisa de una habilidad que pocos alquimistas han conseguido. Y para sorpresa de todos los tenemos bien cerca.
¿Como transformar una victima en un verdugo?
Si aplicamos las leyes de la alquimia precisaremos de una "situación" previa, ligada casi al propio Hérmes, no por su sincretismo sino por su carácter de cuasi dios.
Y, sorprendentemente, lo tenemos con nombre y apellidos (que no conviene mencionar para con esta adulación aumentar su ego, de por si ya bastante grande).
Otro detalle trascendente en el proceso de transformación es el uso del fuego, esa fuerza arrasadora de impurezas que, en el recipiente adecuado, conseguirá el objetivo del alquimista.
¡Que no sorprenda a nadie!: el recipiente está dispuesto y tiene forma de mesa. No de acogedora mesa camilla con faldas y brasero. Tampoco de mesa de juegos, aunque para alguno lo parezca. Mas bien tiene el parecido de una mesa de reuniones como aquellas a las que se sientan los que buscan soluciones con la discusión razonadora, que no con la disputa combativa.
A poco que se haya entendido el proceso solo nos queda el objeto al que se pretende transformar: el currito. No malinterpretemos el adecuado concepto utilizado, que para el resto de sus compañeros no sería de aplicación. En este proceso es el alquimista el que pone las normas y los nombres.
Para entender la conversión es preciso una introducción que, aunque para muchos conocida, es necesaria para que todos acaben conociéndola.
Las ciencias son procesos acumulativos del conocimiento que convergen y provocan soluciones o problemas. Pero sobre todo son acumulativos, nadie resuelve un problema con integrales si no ha acumulado el conocimiento del proceso de sumar.
Esos procesos acumulativos, a nivel científico, se producen adecuadamente y basados en la necesidad del avance preciso y objetivo.
La utopía nos dice a los curritos que la planificación del alquimista existe y es cuasi científica.
La realidad nos muestra que el ir hacia adelante, en este caso, ha obedecido mas a la conveniencia material, a la perpetuación, a la intervención torticera, etc. etc. de ese alquimista.
Todo ello con la característica acumulativa de las ciencias que ha convertido la situación en insostenible.
Pero para el alquimista, no existe el pasado porque lo importante es la solución (no científica) del problema.
Para ello sigue el procedimiento de la conversión.
- Cójase una victima, sufridora de las consecuencias de las acciones del alquimista.
- Sitúese en el recipiente adecuado con forma de mesa.
- Aplíquese el necesario "fuego".
- Espérese el tiempo necesario.
- El resultado: un verdugo.
Un verdugo que es el responsable de que no se solucione el problema. Un verdugo que impide el progreso "científico" impuesto por el alquimista. Un verdugo cruel y sanguinario que no entiende de templanza, prudencia ni de cualquier otra de las virtudes de la teología cristiana. Un verdugo que llevamos dentro todos y cada uno de los curritos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

pues si que estamos bien...