Del trato y del maltrato

Nuestro Diccionario de la Lengua define trato como “acción y efecto de tratar”. Y a esta última palabra le asigna el sentido de comunicar o relacionarse con un individuo. Individuos somos todos, no quiera nadie separarnos de nuestra propia peculiaridad. No obstante, cuando nos encontramos inmersos en un conjunto, los efectos de nuestras acciones pueden convertirse fácilmente en maltrato (acción y efecto de maltratar).
La separación entre un concepto y otro es una pequeña linea que deslinda nuestro derecho de los derechos de los demás (alguien dijo algo parecido sobre la libertad y el libertinaje).
Podemos preguntarnos cómo es posible cruzar esa delgada linea. Podemos incluso indagar para descubrir esos límites. Pero nunca lo haremos cuando estamos convencidos de que nuestro punto de vista, nuestro derecho, nuestro comportamiento es, según nuestra opinión, el adecuado. El motivo es claro: si no vemos la necesidad, porqué cuestionarnos a nosotros mismos (sería caer en el absurdo).
En situaciones cotidianas en las que intervienen varios individuos, la objetividad puede (no siempre lo hace) aparecer y, acabar considerando inadecuado un determinado trato hacia otra persona.
En la mayoría de las situaciones esa objetividad no se hace presente por la ausencia de otros individuos.
Mi interés es que quienes lean este texto, se replanteen sus actuaciones del día a día. Que tomen como premisa que no hay una sola forma de expresarse ni de conseguir su objetivo. Y sobre todo, que cuando esas maneras llegan a maltratar a otras personas, sean lo suficientemente objetivos para reconocerlo y modificarlas.
Tratar es comunicar. La necesidad de comunicación es una constante en todos nosotros, individuos que queremos llegar a ser personas.
Desgraciadamente, la comunicación, que en otros tiempos era uno de los valores diferenciales de la persona, está cayendo en desuso. No nos comunicamos, simplemente trasladamos a quienes tenemos alrededor las ideas o requerimientos que nos surgen. No nos importa su reacción. No nos importa nuestra acción. Sólo nos importa nuestro objetivo.
Podríamos buscar responsables de estos comportamientos: la sociedad consumista, la competitividad, el progreso, el estrés cotidiano, la celeridad con que suceden las cosas.....
Busquemos mas argumentos ajenos a nosotros mismos y si realmente somos capaces de ser “objetivos”, la única (en este caso no hay alternativa posible) respuesta veremos que es: nosotros mismos.
Nosotros somos los responsables de que nuestra individualidad no se personifique, de que la consecuencia sea el maltrato hacia los demás, aunque sigamos convencidos de que somos capaces de tratar con ellos y estemos muy lejos de lo que nuestro Diccionario entiende por trato de gentes: “experiencia y habilidad en la vida social”.
P.D. Lo expuesto va mas allá de las relaciones laborales, pero por desgracia en ese ámbito es donde acaban produciéndose mas situaciones de maltrato (no busquemos las causas, no busquemos los responsables). Hagamos todos un acto de contrición y busquemos las (sigue habiendo múltiples) soluciones.

1 comentario:

J dijo...

Remarco la frase en la que dices que lo principal es percatarse del maltrato y rectificar la conducta.
Para eso hace falta una gran dosis de valentía y ése es uno de los motores del mundo.