Esta tercera entrega sobre la teoría
del punto gordo en economía no puede iniciarse sin la explicación
del concepto que se utiliza: teoría.
Pues bien, una teoría está formada
una serie de proposiciones, conceptos y definiciones que están
relacionados entre ellos y que surgen sistemáticamente a partir
básicamente de la observación y con la intención de llegar a
conocer el determinado comportamiento del fenómeno en cuestión.
La pretensión de nuestra teoría no es
otra que intentar (conseguirlo es otro tema) explicar la realidad de
la traslación a la economía de la teoría matemática del punto
gordo.
Para ello no cabe si quiera acudir al
procedimiento matemático al que otros procesos están obligados:
teoremas, principios, leyes... porque su objetivo no es la
demostración del fenómeno sino su análisis y la necesidad de
hacerlo tras el planteamiento de la teoría.
Esto aporta una gran ventaja operativa.
Lo realmente necesario es la observación, observación objetiva que
aporte elementos para su análisis.
Con todo, quiero ser sistemático en el
desarrollo completo de la teoría que nos ocupa.
Fué inicialmente anunciada y en la
anterior entrada ya de desveló una parte de su comportamiento como
fenómeno: la confluencia.
Siguiendo con la observación, otro
elemento que entra a formar parte es el equivalente a la distancia en
geometría y que en los hechos sociales se transmuta en su paso: el
tiempo.
Un tiempo que sólo tiene un sentido,
siempre adelante como cuando lo indica un reloj en buen estado de
funcionamiento. El tiempo no para cuando el reloj lo hace.
Esto último que resulta obvio, en
economía no lo es tanto. Las obsesiones de análisis de
comportamientos económicos acaban centrándose en series temporales.
Lógicamente pasadas y más lógicamente ¿irrepetibles?.
Abandonamos este camino, dejando esa
semilla, para centrarnos hoy en la afectación del tiempo a nuestra
teoría.
Sin el paso del tiempo: ¿cómo podría
producirse la confluencia?. Respuesta: no se produciría.
Ahora bien, en contra del sistemático
avance de las manecillas del reloj, los sucesos que se van sucediendo
(el tiempo) no se perciben armónicamente por los individuos que
observamos el fenómeno.
Por ello, y con intención de que se
llegue a poder aplicar esa teoría en economía, habrá que arbitrar
medidas de ese tiempo mas allá de las simples unidades matemáticas habitualmente
utilizadas. Unidades que tendrían en cuenta la diferencia que las
percepciones individuales introducen para que acaben "confluyendo".
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