Los estados desunidos de Europa

Cuando en la América profunda surge un problema, cuando alguno de sus estados confederados cae en desgracia y pierde dinero a espuertas, No Problem, porque para eso está el estado federal, para mantener a flote a todos sus estados y posibilitar, dentro de los margenes de cada uno de ellos, las correcciones necesarias para volver al equilibrio.
España siempre ha sido diferente y por ese afán de contagio parece que, una vez mas (ya lo hizo con el sistema farmacéutico) parece que esté contagiando a Europa para que toda ella sea diferente.
Las diferencias son claras, frente a la necesidad de unidad ante los problemas globales, descoordinación, frente a la necesidad de apoyo simplemente moral, difamación. Y no lo planteo porque considere que haya mala intención (que en algunos casos es notoria) sino porque no hay capacidad de armonía, porque los logros de un país pareciera que han de tener por base las cenizas de otros, como ya pasara siglos atrás.
La historia se quiere reescribir con tono de camaradería y de amable compañía en el camino que supone el progreso. Pero mas bien parece que ese lastre cultural de rencillas reales (por la realeza, que no solo por la realidad) acaba haciendo sucumbir a los herederos de aquellos y sometiéndoles a nuevas luchas fratricidas.
Luchas que no son con lanzas ni espadas sino con palabras y papeles, luchas que no derraman sangres pero si generan miseria. Luchas cuyo único objetivo es el mantenimiento, como siglos atrás, de las situaciones de privilegio. No se trata de beneficiarse de los recursos ajenos. La situación actual, la economía del momento es tan absolutamente frágil que basta una palabra de despecho para hundir un país en la miseria.
La confianza se acaba, pero no porque haya razones objetivas para ello. Basta que una voz salga de entre las palabras escritas o pronunciadas por un locutor cuya única capacidad es repentizar, para que se inicie una secuencia de desconfianza infundada que acabe produciendo los efectos de la mas certera situación desastrosa.
Si en pleno siglo XXI quienes dicen ser cultos y estudiosos, no saben diferenciar una información sobre un hecho de una opinión. Si ni siquiera son capaces de entender que las opiniones hay momentos en los que es mejor guardárselas para uno para no dañar a quien tienes cerca. Si perdemos la lealtad y la ética...tal vez sea el momento de volver al siglo XVI porque en lo referente a capacidades de relación con nuestros semejantes es fácil que en ese siglo pasado ya nos superasen.
La naturaleza humana parece estar destinada a la lucha continua, no por la supervivencia, sino por el mero hecho de ver, con satisfacción, lo mal que lo pasa nuestro adversario derrotado.

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